NO SE QUIEN LO ESCRIBIÓ... PERO ME ENCANTA... EL SOPLON
Una miss contra todo pronóstico
Sin temor a caer en el chauvinismo, hay que decirlo con total objetividad: Venezuela no sólo tiene las mujeres más lindas, sino las más conscientes de la belleza en todo el mundo. Los irresistibles zapatos de tacón (con los que alguien anhelaría morir asesinado de una puñalada en la espalda); los vapores de las fragancias más costosas de Givenchy, Jean Paul Gaultier o Kenzo (una venezolana empeñará el alma o saltará por encima del edificio de Cadivi, pero nunca sacrificará sus inversiones dolarizadas en belleza); las faldas de tres cuartos, las minifaldas, los escotes más esplendorosos, la bisutería más chic... Conciencia y genética se mezclan para producir absolutos portentos, diosas con coronas de oropel que causan auténtica fascinación. He aquí otra más: nuestra sexta Miss Universo
Quien escribe estas líneas se cuenta entre quienes, luego de presenciar cómo Stefanía Fernández se colaba de última entre las 15 semifinalistas del Miss Universo el pasado 23 de agosto, se quedó dormido sin ninguna esperanza de que ganara, y luego de despertó a golpe de las 11:00 de la noche con ruido de cohetones para tocar el cielo con el más dulce despertar que recuerdo. Y no porque no creyera en la flaquita merideña de 18 años, a quien, desde que observé con mitones hasta los codos con el traje de Antonio Semeraro en el Miss Venezuela 2008, se me convirtió en un raro icono de erotismo en ese reino, tan poco asociado con lo sexy, que me resultan los concursos de belleza. Soy de los que piensa que el Miss Universo no es un Mundial de fútbol donde gana el mejor (casi siempre Brasil), sino una especie de reunión diplomática donde hay que repartir aquí y allá como desde el trineo de Santa Claus: un año se debe contentar a la India, al siguiente a Rusia, el otro de arriba a Bosnia Herzegovina y después a Japón, Botswana o Namibia. De otro modo, resulta totalmente inexplicable que monolitos de perfección femenina como Veruzka Ramírez, Mariángel Ruiz, Ly Jonaitis, María Antonieta Campoli o Mónica Spear hayan regresado de un Miss Universo con las manos vacías. Tampoco sería explicable que eso le haya pasado a Verónica Schneider o Christina Dieckmann en un Miss Mundo. Vamos a estar claros: Venezuela debería tener al menos 10 coronas de Miss Universo y 10 de Miss Mundo, y al resto del mundo le saldría barato.
No temo caer en el chauvinismo, pues lo digo con total objetividad: Venezuela no sólo tiene las mujeres más bellas, sino las más conscientes de la belleza, en todo el mundo. Oscar Wilde, ese genial poeta de la imprescindible frivolidad, decía que hay algo mucho mejor que ser buena persona: ser una persona bella. Mucho se ha hablado de la mezcla de razas como factor fundamental de las características de las mujeres venezolanas (características que, asombrosamente, no se reproducen casi en el género masculino). Hay que decir que esa mezcla no es válida por los aportes de inmigrantes españoles, italianos y portugueses, sino también de muchos otros de lugares como el Líbano, Siria, Argentina, el este de Europa ?la mamá de Stefanía Fernández tiene sangre polaca y rusa?y ¿por qué no decirlo, aunque algunos lo descalifiquen? de Colombia, Ecuador, Perú o Bolivia. Pero más allá de la mezcla racial, tengo la teoría de que también es fundamental la ubicación geográfica de Venezuela como país situado, estratégicamente, frente a las influencias que trae el océano desde el Caribe, de Estados Unidos y del Viejo Continente. La mujer venezolana tiene una perspectiva global de su propia belleza, se siente desfilar en una pasarela internacional, necesita estar actualizada con las más recientes innovaciones de cosméticos, tendencias de moda, perfumes e intervenciones estéticas. En esta conciencia de lo bello y de lo glamoroso, le llevamos una morena a países que también tienen un patrimonio genético femenino excepcional, como Brasil y Colombia.
El Miss Venezuela no es la única referencia, de hecho, ya está algo desfasado entre las chicas más jóvenes. Stefanía Fernández, quien viene del ambiente más tradicional de la provincia andina, soñó ser Miss Universo desde la más tierna infancia, pero para su antecesora, la cosmopolita y ?lanzada? Dayana Mendoza, el concurso de belleza era sólo una opción más, pues ya tenía una carrera hecha como modelo. También son fundamentales, como espejos de influencia y trampolines a la fama, las vallas en las autopistas de las compañías de cerveza, y el creciente mercado de las revistas para consumo de hombres solteros, con chicas 100% hechas en casa (Urbe Bikini, Playboy y etcétera). Prácticamente ninguna venezolana, alta, bajita, esquelética, celulítica o con cauchitos en la cintura, se resiste a la tentación de colocar sus fotos en traje de baño en Facebook, como si se sintiera en una valla de Chica Polar.
Quien les escribe vive en una de las zonas humildes de Caracas, en la parroquia de San José. Cada día laborable de la semana, a eso de las 7:00 de la mañana, situarme en mi balcón es, sin caer en exageraciones, como sentarme a presenciar un desfile interminable de moda en París. Los irresistibles zapatos de tacón de los más innovadores diseños, con los que uno anhelaría morir asesinado de una puñalada en la espalda; los vapores de las fragancias más costosas de Givenchy, Jean Paul Gaultier o Kenzo (una venezolana empeñará el alma o saltará por encima del edificio de Cadivi, pero nunca sacrificará sus inversiones dolarizadas en belleza); las faldas de tres cuartos, las minifaldas, los escotes más esplendorosos en donde perder la mirada y soñar con un regreso a una infinita lactancia materna. Uno de los recuerdos más perdurables de mi infancia es el de encontrarme tomándole fotos a mi mamá, posando ella como toda una miss, en la terraza de mi apartamento, con el Ávila contrastando con los techos de zinc como telón de fondo. Estoy seguro de que ella también habría podido ganar un Miss Universo, si la hubiera visto Osmel Sousa.
Y así, se dio el milagro de la anti miss: Stefanía Fernández, la adolescente hija de un empresario merideño que fue secuestrado durante cinco días en 2006, quizás extremadamente simple y ?normal?, demasiado cotidiana, para los ojos que se habían adaptado a la exuberancia de una Alicia Machado, una Bárbara Palacios o una Irene Sáez. Stefanía es de esas mujeres a las que hay que mirar decenas de veces para capturar la majestuosidad de su belleza, ese aire al retrato de la abuela cuando era joven, o de chica clásica salida de una película en blanco y negro. No descansó durante meses y meses hasta obtener el look que Osmel Sousa deseaba para ella, y que consiguió en las islas Bahamas al mojar su cabello con ocho botellas de agua mineral (con el agua desalinizada que salía de los chorros del archipiélago, no se conseguía el mismo efecto). Cuando casi nadie creía en ella, Stefanía confió ciegamente en sus propias posibilidades, siempre se sintió toda una Miss Universo con la misma fe de un San Sebastián atravesado por flechas, cuando parecía que el cuerpecito endeble ya no le daba. En la Feria del Sol de Mérida, ni siquiera fue aceptada como candidata, y en la de San Cristóbal, sólo llegó en segundo puesto. No recuerdo haber visto a alguien con tanta elegancia y ternura en el desfile con el traje de baño, o con el vestido rojo al que tantas significaciones políticas absurdas se le confirieron. Cuentan que hasta Osmel Sousa, tan pulcro y medido en la expresión de sus emociones, perdió el control de sus esfínteres en las Bahamas cuando se escuchó aquello de que la candidata de República Dominicana era la primera finalista. Si alguien tiene una duda sobre la transparencia de este triunfo, que venga a pasar una semana en el balcón de mi apartamento en Caracas.
Que cosa mas bella!!! Creo que en muchos años siguiendo esto de los concursos de belleza, pocas veces he encontrado unas lineas tan magistralmente escritas, donde se expresan las causas y efectos de este mundo tan ambiguo. Sinceras felicitaciones al author y mil gracias Soplon por compartirlo!!! Arriba Venezuela!
ResponderEliminarImpresionante la manera como describes el mundo de la belleza venezolana. Pareciera como si fuese una película y la estuviesemos viendo. Mis felicitaciones al autor por esa forma tan sencilla, pulcra y real de hacernos ver cada situación de nuestas venezolanas y del Mis Venezuela. Ojalá, que sea leida por muchas personas inclusive de otros países que se han dado a la tarea de desacreditar el triunfo de Estefanía Fernández en Mis Universo 2009 y así como no creen en el posible triunfo de Marelisa Gibson en el 2010. Que dios ilumine los pasos de nuestra Marelisa y que la Virgen María le acompañe en el camino hacia la sexta corona universal de la belleza para Venezuela. De nuevo mis respetos para el autor por tan magistral artículo escrito.
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