domingo, 24 de octubre de 2010

UN TUMBAO PARA CADA MISS


Un "tumbao" para cada miss


Giselle Reyes, la desinhibida profesora de pasarela del Miss Venezuela que hasta ha inspirado al dramaturgo Leonardo Padrón en su telenovela La mujer perfecta, dice que no hay una receta única ni una fábrica de producción en serie para el arte de desfilar. "Es como ser psicóloga: a algunas alumnas les tengo que decir que se sientan de cristal, y a otras que prendan una discoteca dentro de ellas"








Alexis Correia alexiscorreia@gmail.com Fotografías Marcel Cifuentesmarcelcifuentes@gmail.com





Ante Giselle Reyes, uno constata que el pudor es un invento netamente masculino concebido para matar de aburrimiento. Este monumento de mujer de 43 años de edad y estado civil divorciada, a quien con frecuencia han confundido con Olga Tañón (ya quisiera la puertorriqueña), es capaz de dejar que un entrevistador le toque esa obra maestra que es su ombligo. Jura que jamás se deprimió por llegar detrás de la ambulancia en el Miss Venezuela 1985: "Yo sabía que tenía un cuerpazo y que caminaba bellísimo, pero no era bella. Para mí ser atractiva es más importante. En realidad, yo estaba más pendiente de mi compañera de cuarto, Gisela Paz, que era bellísima pero muy nerd. Ella sí tenía posibilidades de ganar, yo no. Me dediqué a darle clases. Aunque suene feo, siempre supe que yo era excelente en la pasarela y que llegaría a ser profesora del Miss Venezuela. Jamás me vi como actriz o animadora. Como buena Escorpio, nací para ser líder". 




El blue jean más explosivo de su natal Catia La Mar y profesora de pasarela del Miss Venezuela desde 1993 (sucedió a María Calay, que hoy es la coordinadora general de la organización) es una pieza clave para explicar las coronas de Miss Universo de Alicia Machado, Dayana Mendoza y Stefanía Fernández, así como de la dominicana Amelia Vega, a la que ella también preparó. 

Pero el famoso "tumbao de Giselle" no es una fórmula única: "Una modelo es un gancho de ropa que vende lo que lleva puesto, pero una miss tiene que disfrutar que la gente la vea, la evalúe y la critique en 30 segundos. 

Trata de ganarse a un público, a un jurado. Hay picardía, sonrisas, se enseñan mucho los dientes, los ojos te brillan. Tengo un poco de psicóloga. A algunas misses les digo: `eres un poco tosca y ordinaria, tienes que sentirte como si fueras de cristal y te puedes romper’. A otras que son muy sosas les digo: `siente que tienes una discoteca adentro". 


Examinada por Padrón . "Este año tengo una alumna, Miss Península de Paraguaná, que es muy agresiva. Yo le dije: `No te pareces a eso. Imagínate que estás bajándote de un Ferrari. La gente que tiene dinero camina más despacio’. Unas misses son explosivas, otras glamorosas. Cada una se para diferente, según lo que desee transmitir. A algunas les queda bien el mentón arriba, a otras abajo. Aunque el público no lo sepa, cada movimiento ha sido estudiado durante meses. ¿La velocidad de una miss en la pasarela? Depende de su personalidad. Giselle Reyes, por ejemplo, sabe que jamás caminará como una princesa. Pero siempre estoy erguida, incluso cuando estoy en mi casa jugando con mi hija Sofía Giselle (de 6 años de edad, y cuatro cursos de modelaje encima). Mi pisada es fuerte, siempre tengo el diafragma abierto y mucha energía. Aunque me muera de miedo, siempre veré al frente", cuenta quien jamás ha tenido que anotar ni una palabra en una libreta ni observar videos para recordar lo que le tiene que decir a cada miss. Giselle es la inspiración para características de dos personajes de la telenovela La mujer perfecta, de Leo- nardo Padrón: Renata Volcán (interpretada por Carolina Perpetuo), la severa dueña de una academia de modelaje, al igual que Reyes en la vida real; y Eva Gómez (Marlene de Andrade), una profesora de pasarela que no figuró en el Miss Venezuela. "Padrón vino con sus libretistas a mi casa y me interrogaron de todo sobre mi vida. Me preguntaron que si había profesores del Miss Venezuela que se acostaban con las candidatas y les dije que casi todos eran gays. Me preguntaron si he formado chicas para que trabajen como `prepago’ (damas de compañía) o si mi pareja me montó cachos con una miss, y yo les dije que eso nunca me lo dirían en la cara. 





Creo que el papel de Carolina Perpetuo es demasiado fuerte con las modelos. No soy así, aunque es verdad que muchas misses me tienen pavor. Yo le sugeriría a Padrón que pusiera un personaje de maquillador gay, es lo único que le falta a La mujer perfecta". 


Arquera de fútbol. Se define como "una mujer con un hombre adentro y con una piel de negra que no envejece". Criada en el sector La Atlántida de Catia La Mar, su fallecido padre, Giselo Reyes (sí, Giselo), era un militar con 30 años de experiencia en la Escuela Naval, y su madre, Omaira Castro de Reyes, una gerente de una firma de cosméticos que le transmitió el cromosoma coqueto. "Soy de una familia trabajadora y humilde. 

Me iba al Miss Venezuela en carrito o pidiendo cola. 

Mi hermano mayor, Omar, mejor conocido como `Rasguñado’, es muy machista y tuve que rogarle para que dejara a su esposa trabajar conmigo, y hoy mi cuñada es mi fiel asistente: se llama Francia. A los 11 años medía 1,75 metros y me regalaron mis primeros tacones: en zapatos bajitos no soy yo, los tacones son los que me dan mi fuerza y mi poder. Me recuerdo como adolescente con muy buen cuerpo. Siempre estaba entaconada y con strapless. En el liceo no era la más aplicada, pero sí la más popular y astuta. Como era la más alta, me ponían a jugar de arquera en los partidos de fútbol". 

Fue descubierta a los 15 años por Osmel Sousa, presidente del Miss Venezuela, en un concurso llamado Miss Feria Turística del Departamento Vargas. Estudió Derecho en la USM, pero no terminó la carrera. Apenas salió del Miss Venezuela, se convirtió en profesora de la agencia de modelaje Herman’s durante 9 años, antes de gastarse todos sus ahorros en su propia academia (Giselle’s, o la Universidad de la Belleza, que hoy cumple 15 años y tiene sucursales en Punto Fijo y Margarita). Entre las alumnas privilegiadas para la pasarela, a las que no tuvo que enseñar mucho, recuerda a Penélope Sosa, Goizeder Azúa o Dayana Mendoza. 

"Si Osmel me ha tenido al lado durante tantos años es porque le funciono. Si no, buscaría a otra. Osmel es el padrino de mi hija y es mi universidad, pero no puedo decir que es mi amigo del alma ni que me llama cuando está deprimido. Cuando estamos de viaje, se abre un poco más y lo acompaño a ir a misa. Lo he visto bien bravo, pero a mí nunca me ha pegado un grito". 

Giselle dice que no le gusta que sus misses guiñen el ojo, "pero si lo hacen no puedo hacer nada. Mis responsabilidades llegan hasta la gala final: no puedo evitar que a una miss se le olvide todo lo que le enseñé y meta la pata. Que sea lo que Dios quiera. Recuerdo una candidata, Verónica Arnay, que hizo un número de tango y se tiró al piso. Susan Carrizo se puso a bailar, se quitó un chal y lo dejó en el piso, y Joaquín Riviera (productor del show del Miss Venezuela) le armó el za- farrancho del siglo. Trato de enseñar a enfrentar con naturalidad los accidentes: si se te rompe un tacón, quítate el otro y camina en punta. Si se te baja un tirante, súbelo de manera sexy. Si se te rompe un vestido, ponte la mano en la cintura y aguántalo". 

Giselle deja sus recomendaciones para el Miss Venezuela: "Si yo fuera Osmel Sousa, montaría un gimnasio dentro de la quinta Miss Venezuela, y así nadie pondría excusas para llegar tarde a los ejercicios. También creo que hay que poner un estudio donde las misses pue- dan grabarse y escucharse a sí mismas una y otra vez, hasta que se enamoren de su propia personalidad". 








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